Esos rinocerontes que me
apagan
la voz cada que quiero decir algo,se esconden en mi voz, y hagan lo que hagan
me hacen desafinar. ¡Y así no valgo!
Esos rinocerontes son oscuros
como las tempestades del enojo;
penetran en mi sien, con sus apuros,
y me siento, entre tantos, el más rojo.
Me olvido de mi nombre tibetano,
me olvido que soy hombre (y mal poeta),
porque esas BESTIAS hieren al humano
de la manera más cruel y secreta.
Esos rinocerontes no caminan
solos, siempre caminan por montones;
no rezan oraciones ni fornican
con la fe del cristiano y sus pasiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario