Nuestro héroe y comandante
Bolognesi… ya reposa
en la poética glosa
de nuestro Perú radiante.
Con ese sol de diamante
que cubrió su cielo raso
pudo vencer al ocaso
del miedo con valentía;
y pudo, ese medio día,
vencer de muerte al fracaso.
Quemó el último cartucho
en esa triste batalla
y se llevó la medalla
del patriotismo más ducho.
Nuestro Perú sufrió mucho
(de manera inexorable)
la muerte de un honorable
soldado que quiso ser
un emblema –sin querer–,
y fue tan inalcanzable.
Fue su coraje un asalto
al heroísmo banal.
En la batalla campal
le puso al temor un alto.
Su presencia es el asfalto
espiritual de grandeza
y su mirada es firmeza
que a los soldados inspira,
porque la patria respira
su nombre con fortaleza.
Epílogo:
¡Bolognesi! Mi respeto,
mi palabra y mi canción
se escriben con emoción
en un mundo tan inquieto.
¡Todo pasa! Y el secreto
de ser héroe clarifica
aquello que no se explica
con palabras sin acciones,
porque son las emociones
donde tu fuerza se ubica.
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