—¿A qué juegas, Destino, con el hombre?
—No juego con el hombre, buen amigo.
—Lo dudo… Padece de hambre y de abrigo.
—¡Muy cierto! Eso no es algo que me asombre.
—Te burlas. Tu maldad
no tiene nombre.
—No pienses que me burlo del mendigo.
—¿Entonces por qué ríes del castigo?
—¿Tú quieres que su andar se les alfombre?
—Presiento, gran destino, tu insolencia.
((Silencio). — Si preguntas, yo te escucho.
—Exijo las respuestas necesarias.
—¿Y qué respuestas quieres hombre ducho?
(Pensé). —Podrían ser unas o varias.
—… El tiempo nos alumbra la conciencia.
—No pienses que me burlo del mendigo.
—¿Entonces por qué ríes del castigo?
—¿Tú quieres que su andar se les alfombre?
—Presiento, gran destino, tu insolencia.
((Silencio). — Si preguntas, yo te escucho.
—Exijo las respuestas necesarias.
—¿Y qué respuestas quieres hombre ducho?
(Pensé). —Podrían ser unas o varias.
—… El tiempo nos alumbra la conciencia.
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