Como Cristo me duele el hombre…
El sonido del martillazo
se inclina en mi alma y tengo hambre…
Pero nadie se apiada de las llagas
que abren, porque no soy humano.
¡Qué pena, señor!
Es la injusticia del espíritu
de la que me quejo,
libre de pena por el que se va.
se inclina en mi alma y tengo hambre…
Pero nadie se apiada de las llagas
que abren, porque no soy humano.
¡Qué pena, señor!
Es la injusticia del espíritu
de la que me quejo,
libre de pena por el que se va.
¡He muerto, señor!
Como tu herida gangrenada
me sostengo sin vida.
Las hojas de oxigeno traen gusanos
para devorarme, con odio, antes que pueda
orar un perdón.
Qué frágil de amor me siento ahora
sin pies, sin manos, sin latidos…
Maldito corazón de iguales ya no te quiero
en mi pupila o mi sien… que ya nada sabe a mi madre.
Madre, protégeme como niño, que hoy
me he quedado solito.
Como tu herida gangrenada
me sostengo sin vida.
Las hojas de oxigeno traen gusanos
para devorarme, con odio, antes que pueda
orar un perdón.
Qué frágil de amor me siento ahora
sin pies, sin manos, sin latidos…
Maldito corazón de iguales ya no te quiero
en mi pupila o mi sien… que ya nada sabe a mi madre.
Madre, protégeme como niño, que hoy
me he quedado solito.
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