Sobre el
almohadón
descansa tu mirada de amapola.
Me miras. Te acaricio el borde
de este yugo marital.
Me das las buenas noches.
En ese lecho dócil, mi rosal silvestre,
me alegra verte tan así.
Puedes arrancarme el geranio nocturno
del enojo con un abrazo que me cobija.
Multiplica el perdón.
Asume que te amo, perfección religiosa,
para quedarte conmigo hasta el fin.
El infinito es dulce amargo.
Y no quiero que te vayas,
constelación de Andrómeda, y tampoco quiero irme.
El siempre es un sello de amor.
Vivamos lo carnal y lo extinto.
Seamos una de esas cuantiosas maneras
antes de cerrar los ojos.
descansa tu mirada de amapola.
Me miras. Te acaricio el borde
de este yugo marital.
Me das las buenas noches.
En ese lecho dócil, mi rosal silvestre,
me alegra verte tan así.
Puedes arrancarme el geranio nocturno
del enojo con un abrazo que me cobija.
Multiplica el perdón.
Asume que te amo, perfección religiosa,
para quedarte conmigo hasta el fin.
El infinito es dulce amargo.
Y no quiero que te vayas,
constelación de Andrómeda, y tampoco quiero irme.
El siempre es un sello de amor.
Vivamos lo carnal y lo extinto.
Seamos una de esas cuantiosas maneras
antes de cerrar los ojos.