viernes, 4 de septiembre de 2020

UNA DÉCIMA BLANCA


Aunque ha venido de España
desde mucho tiempo atrás,
la verdad que no me importa,
ni me incomoda lo dicho.
Espinel ha sido grande
al igual que don Quijote.
Pero en mi patria despierta
lo omnipotente del verso
con los poetas sensibles
y la décima celeste.

La tradicional historia
se guarda como secreto
los afectos de mi tierra
y una oración celestial.
Porque Dios escribe rimas
desde el cielo de los hombres…
Y también desde los mares
ancestrales del Perú
puede cantar cumananas
y tocar cajón peruano.

No llegan las consonantes
para la rima dantesca,
que quiebra con estructuras
y locas imposiciones.
La décima está callada
como nostalgia de siglo,
porque se requiere un verso
para escribir emociones
que digan más que la vida
y escondan más que la muerte.

La décima blanca llega
sobre un caballo de otoño
a trascribir el pasado
y revivir el presente.
La décima llega sola
con sus fuertes torbellinos
que llevan a la locura
sin entender la virtud,
de aquellos que nunca siguen

la verdad de la mentira. 

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