De mi parte, Judas es más santo.
Vender a Jesús era su misión;
el nazareno se lo había pedido unos días antes.
Lloró las penas a escondidas.
Nadie sabe lo que hablaron él y Cristo,
a escondidas, aquella mañana, ese año.
Lo mismo se hizo con María Magdalena,
la santa, la discípula, la fiel amada.
Fueron
ellos los manipuladores.
(Cristo
lo sabía muy bien).
Alguien
tenía que entregarlo,
hijos míos, madres mías.
Hubo naipes escondidos en sus dos muertes,
en sus lágrimas cojas.
¡Bueno!... Este es mi testimonio.
Ya
estoy sintiendo náuseas
porque siempre nos creyeron estúpidos.
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